viernes, 4 de julio de 2008

El cansancio moral

(aporte de Luisa Recchia)

Una escena de la película "El Cartero": Neruda está en el exilio, en su casa de España. El Cartero le ha traído correspondencia: un hombre muy lúcido, aunque sin instrucción. Al dársela, le recita un verso del propio Neruda: "Sucede que a veces me canso de ser hombre". Y luego le dice, conmovido: "A mí me pasa lo mismo, pero no sabía cómo decirlo". Y si a ellos les pasaba, ¿por qué no a cualquiera de nosotros? Hay un tipo de cansancio especial que adviene en la persona sensible al percibir la miseria generada por el humano: la injusticia, el maltrato a los débiles, la depredación del Planeta, el hambre digitada por la codicia, la discriminación, la violencia, la corrupción... Y también mediocridades socialmente instaladas: la falta de solidaridad, la mentira, el aplauso a la vulgaridad, la transgresión impune...

Pero... CUIDADO!! Porque esto puede obrar como un virus psicológico peor que los que circulan por internet: su nombre justo es CANSANCIO MORAL. Su accionar? Corroe la médula de la buena voluntad, nubla las pupilas oscureciendo la visión, genera sabor amargo en la boca y en el pecho la sensación de tener un agujero de lado a lado. Produce en el cerebro una visión selectiva de la realidad: como quien anda con un lápiz en mano, el que lo padece va subrayando en su entorno todo lo que indique que el mundo se ha vuelto inhabitable, y que nada vale la pena. Finalmente, va necrosando la capacidad de alegría, hasta disecar el ánimo. Si la persona queda fatalmente infectada, se convierte en un embalsamado viviente: un trofeo más para los comerciantes de malicia.

El virus del cansancio moral se multiplica si uno se aísla de la buena gente (actitud muy peligrosa! ). En cambio, su mejor antídoto es permanecer conectado a quienes siguen trabajando honradamente en el mundo: ésos que casi no ocupan espacio en la TV o los diarios, y sin embargo persisten empeñosamente no sólo en su actitud de no estar del lado de los destructores, sino también de no permanecer pasivos. A veces son seres silenciosos, cuya tarea radica en anónimos gestos cotidianos de hermosura y de honestidad. Otros emprenden acciones sociales promoviendo la dignidad, la justicia, la belleza... Generemos y difundamos buenas noticias, para que ese virus no se convierta en epidemia. Pues el Génesis no terminó: la Creación continúa... y necesita mano de obra! Así les cantó Silvio Rodríguez:


Menos mal que existen

los que no tienen nada que perder,

ni siquiera la muerte.

Menos mal que existen

los que no miden qué palabra echar,

ni siquiera la última.


Se arriman

a la noche y al día

y sudan

si hay calor, y si hay frío se mudan...

No esperan

echar sombra o raíces

pues viven

disparando contra cicatrices...

Escuchan,

se proyectan y lloran

debajo

de sus huellas, con tanto trabajo.

Se mueren

sin decir de qué muerte, sabiendo

que en la gloria también se está muerto.


Menos mal que existen,

menos mal que existen.

Menos mal que existen...

para hacernos.


Menos mal que existen

los que no tienen nada que perder,

ni siquiera la historia.


Menos mal que existen

los que no dejan de buscarse a sí,

ni siquiera en la muerte...

de buscarse

a sí.

Virginia Gawel & Eduardo Sosa

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