miércoles, 28 de mayo de 2008

Notas serias sobre el pene


(aporte colombiano) de Fernando. Por Florence Thomas. Columnista de EL TIEMPO.

Un libro para curiosos del sexo o historiadores, que se sorprenderán con la vida del órgano en la Colonia.

Hace poco me tocó la gloriosa tarea de presentar un libro de 200 páginas sobre el pene -sí, han leído bien, sobre ese órgano masculino tan mediático y poderoso culturalmente, llamado comúnmente pene-. Y si acepté presentar ese texto muy rico en informaciones, anécdotas históricas y humorísticas, es que estaba sumamente bien escrito y tenía muy poco que ver con su título: Sin pene no hay gloria. Su autor es Roberto Posada, y fue editado por Aguilar. Desafortunadamente, leer 200 páginas sobre el pene a mis 65 años no me podía servir de mucho. Aun cuando, claro, me generó nuevamente sueños eróticos, lo que ya es algo...

Y esta feminista que soy yo se leyó los 10 capítulos de este texto, serena y tranquilamente, lo que debe ser para los que me conocen ya un buen indicador de la seriedad de este libro.
Conozco ahora la etimología de las distintas maneras de nombrar el pene, desde verga, mondá, pipí, picha, chimbo, pito, polla, pija hasta, y mucho más amenazante, terminator. De hecho, lo que más conocemos en Colombia cuando este honorable miembro aparece en los medios son terminatores.

Leyendo ese particular capítulo lingüístico, estuve pensando en Los monólogos de la vagina, de Eve Ensler, versión Colombia, en la que pudimos también conocer los múltiples vocablos para nombrar el sexo femenino, sexo sin embargo mucho más discreto que lo que tienen los hombres entre las piernas. Primero porque lo nuestro es invisible y, por consiguiente, misterioso y algo peligroso.
A este propósito, no sé si sabían que la palabra clítoris no apareció en los libros de anatomía del mundo occidental sino hacia finales del siglo XX. Y todavía muchos hombres no saben ni buscarlo, ni encontrarlo y, peor aún, a muchos ni les interesa. Y como hace poco estuvimos recordando la década de los 60 y el mayo 68, aprovecho para contarles que fui una fervorosa lectora de Bruckner y Finkielkraut, dos filósofos de la época que trataron de volver a darle su justo lugar al sexo masculino y a su gloriosa erección.

No soy una falófoba, pero no podemos negar que la atención maniaca puesta sobre la erección masculina en la cultura occidental dejó casi totalmente por fuera la sexualidad femenina, esta sexualidad tan discretamente potente al lado del ensordecedor ruido del culto al pene, ese aparatito tan frágil, tan vulnerable y que ha generado también, no lo olvidemos, al lado de múltiples goces, tantos abusos y tantas desgracias que a veces se convierte en un verdadero arsenal de guerra.

Finalmente, y a propósito de un capítulo sobre tamaño y consistencia del órgano en cuestión, aproveché este texto para recordarle al público masculino que me escuchaba que no es lo grande, lo tieso o lo reventón lo importante sino lo juguetón y lo aventurero. Incluso, para muchas mujeres lo interesante y rico llega cuando sorpresivamente ese aparato no funciona. Por fin los hombres se acuerdan entonces de que tienen boca para saborear, pero también para hablar, manos, imaginación y ojalá una pizca de perversidad. Es que sin tetas hay múltiples paraísos, como sin pene hay mucha gloria para hombres y mujeres que lo merecen.

Terminé mi disertación sobre el glorioso pene hablando del último capítulo del libro llamado Penópolis. Nos cuenta el futuro virtual del pene... Incluso, el autor nos dice que en poco tiempo existirá una nueva enfermedad llamada gonorrea virtual, para la cual será difícil encontrar un antivirus... en fin, recomiendo este libro a los curiosos del sexo, a los historiadores que se sorprenderán con la vida del pene durante la Edad Media o la Colonia, o a los adolescentes con el delicioso capítulo sobre la masturbación, un juego en que nunca se pierde, nos dice el autor de este interesante y perspicaz libro.

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